¿Quieres mejorar tu promedio de decir la verdad? Oblígate a la disciplina de la confesión. Decide hoy mismo que cada vez que ocultes la verdad o falles en vivir de acuerdo a tus palabras, se lo confesarás a la persona a la que le has fallado. Y no asumas que es suficiente con confesar sólo las mentiras más descaradas y los engaños intencionales. ¿Qué pasa con las ocasiones en que dices que iras a un lugar y no lo haces? ¿O cuando prometes que serás puntual y llegas tarde? ¿O cuando quedas de acuerdo en llamar a alguien y no lo haces? ¿Es esa una manera honesta de vivir? ¿Le permite eso a la gente confiar en tus palabras?
Imagínate como serían nuestras familias, escuelas, barrios, trabajos, comunidades e iglesias si la gente se comprometiera a decir solamente la verdad en amor. Esto es posible, pero tiene que comenzar por ti y por mí. No podemos controlar la elección que otros hacen de decir la verdad o mentir, pero sí podemos hacer esa elección por nosotros mismo. Podemos dar los pasos necesarios para convertirnos en amorosos habladores de la verdad.
Tal vez deberías aprovechar el momento en que termines de leer esta meditación y abrir tu corazón delante de Dios. Tal vez necesites hacer el compromiso de hablar menos para prestarle más atención a tus palabras y estar seguro de que cada una de ellas es necesaria y verdadera. Quizás necesites comprometerte a aprender el delicado equilibrio entre la verdad y el amor; quizás necesites establecerte firmemente entre los extremos de la brutalidad y el sentimentalismo.
Tal vez necesites dar una paso que todavía no diste, que es el de comprometerte a la disciplina diaria de la confesión. ¿Porque no hablas con Dios del asunto? Si mientras lo haces escuchas una voz interior que te desaprueba, te critica y hace sentir indigno, no es la voz de Dios. Si escuchas una voz que dulcemente te convence de cuan bueno eres y solo trae a tu mente las grandes cosas que dijiste e hiciste, esa probablemente tampoco sea la voz de Dios. Pero si escuchas una voz que te expresa amor incondicional, que te acepta como eres, con todas tus fortalezas y debilidades, que es absolutamente honesto tanto sobre tus dones como en aquello que necesitas cambiar, ese es verdaderamente Dios hablándote. El es el único que nos ofrece el inapreciable regalo de verdad y gracia porque es el único que sin igual combina estas cualidades en si mismo. Entonces podemos escucharlo con alegría porque Él es honesto y porque nos ama como ningún otro lo hace.
Dios te bendiga!
Cortesia de Palabras de Vida.org
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