Pero bendito el hombre que confía en mí,
que pone en mí su esperanza.
Será como un árbol plantado a la orilla de un río,
que extiende sus raíces hacia la corriente
y no teme cuando llegan los calores,
pues su follaje está siempre frondoso.
En tiempo de sequía no se inquieta,
y nunca deja de dar fruto.
Jeremias 17: 7-8
En el desierto de Namibia en el sur de áfrica, existe un fruto parecido a un melón, que es cosechado para ser consumido. Su presencia en semejante lugar nos sorprende. ¿Dónde encuentra el agua indispensable para crecer en un lugar tan árido?
Los botánicos que lo estudiaron hallaron que no sólo posee raíces muy largas que van hasta la más pequeña veta de agua, sino que también absorbe la más mínima humedad del aire.
Este ejemplo nos recuerda el versículo del día y nos anima a permanecer cerca de Jesús, "manantial de aguas vivas" a fin de llevar fruto para Dios.
La primera condición es, por supuesto, ser un hijo de Dios, haber puesto su confianza en él por medio de Jesucristo. " Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo" (Hechos 16:31)
Luego así como la planta extiende sus raíces hacia la corriente, es necesario ir a Ël, a su palabra, cada día, para sacar agua, lo que sacia la sed interior.
Jesús nos dice: "El que permanece en mí y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer" (Juan 15:5)
"Arraigados en él" (Colosenses 2:7) tendremos todas las fuentes necesarias para desarrollarnos y vivir para él.
Por medio de la lectura de la Biblia escuchamos a Dios hablarnos. Mediante la oración somos nosotros quienes le hablamos.
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